jueves, 28 de septiembre de 2017

El curioso miedo a lo ajeno...

¿Xenofobia? ¿eso todavía sucede?


En cuestiones de odio creo que el mundo no deja de sorprendernos, cada día encontramos formas nuevas de odiar y de ser odiados, cada día es un reto el de mantener relaciones sanas y muchas veces no entendemos el por qué de las cosas que suceden.

Casi dos años han transcurrido desde que salí de mi país buscando horizontes frescos y nuevos amaneceres que bañaran los días de sentimientos diferentes, quizá un poco soñador de mi parte el llegar a un sitio nuevo y que la gente llegase a conocerme por lo que soy y no por lo que represento. Si me miran por mi pasaporte entiendo que vengo cargada de prejuicios, que en mi cara se dibujan mil y un imágenes relacionadas a la actualidad de mi país y por consiguiente a la heterogénea comunidad de emigrantes venezolanos en el mundo, haciendo hincapié en lo heterogénea empiezas entonces a relacionarte con este nuevo entorno en el que te sumerges. Venezolana de 20 años, ¿qué tipo de relaciones podrá tener? se pregunta la mayoría.

Principalmente mi circulo universitario no ha generado conflictividad, me he sentido una más, de hecho han hecho lo imposible por hacerme sentir en casa y por eso estaré eternamente agradecida, en lineas generales eso significaba el 90% de mis interacciones con lo nuevo, con la colombianidad y con mi nueva vida, era una inmersión agradable, satisfactoria y en general muy querida (por utilizar un término local) debo decir que el año pasado y lo que va de este se ha visto rodeado de mucho cariño por mi comunidad estudiantil. Sin embargo me parece importante acotar que me he mudado cerca de 6 o 7 veces en el mismo periodo de tiempo... no porque no me sintiera a gusto, mi primera residencia (con sus cosas buenas y sus cosas mejorables) hacían que me sintiera en casa, con una mamá casi y con compañeros que hacían de la llegada algo más acogedor por el simple hecho de tener bulla en la casa, en ese sentido me sentía bien, altos y bajos, la siguiente mudanza fue con una compatriota con la que estuve un par de meses y que me ayudó a volver un poco a lo que era, a comer arepas de nuevo y a sentirme otra vez perteneciente a aquello que de aluna manera había dejado enterrarse profundo dentro de mi, las siguientes mudanzas vinieron acompañadas de la soledad por muy contradictorio que eso suene y trajeron consigo el crecimiento de muchas cosas dentro que hoy en día florecen con responsabilidades.

La última mudanza trajo a mi hermano, a mi madre y a la enana, mi hermana menor, como compañía por un tiempo, todo sentía que iba viento en popa hacia la construcción propia de cierta vida como adulta (si se le puede considerar adulto a una persona de 20 años, todavía lo tengo en duda) sin embargo esta mudanza trajo algo consigo que solo había conocido por roce, lo había conocido por repele o en episodios muy cortos y de poca importancia.

La primera vez creo que fue desdén de una persona que me atendió en un local y al escuchar mi forma de hablar me trató con desdén, lo mismo con un taxista (aguante Uber) que por escucharme creyó que podía darme vueltas por toda la ciudad y cobrarme lo que se le diera la gana, e inclusive por aquel que conocí en algún bar y se atrevió a hablarme de la prostitución de venezolanas en la costa y realmente hoy no entiendo el fin, por no pensar mal de la gente.

Poco a poco esos episodios fugaces me llevaron a mimetizarme con mi ambiente, se me fue sumando el acento colombiano, aprendí a ubicarme en la ciudad y a no hacer comentarios ni aceptarlos políticamente sobre la situación de mi país, poco a poco me fui encerrando en mi burbuja colombiana de mi día a día.

Hasta que hace un par de semanas empecé a enfrentarme con algo de lo que no podía esconderme, un odio sin explicación rayando en acoso en el lugar en el que vivo. Me mudé los primeros días de julio y mientras me quedé aquí una vecina empezó a ponerme problemas por pequeñeces, primero por una fiesta (un viernes en la noche, que todavía no entiendo el acoso si vive en el tercer piso y yo en planta baja) y luego de eso pequeñas molestias con cada oportunidad que tenía, llegó inclusive a partir llaves dentro de mi cerradura como para que yo no pudiera entrar a mi apartamento, cosa que rayó el lo absurdo. Había pasado ya un tiempo tranquila sin episodios cuando hace un par de semanas tuve que botar un inmobiliario grande y realmente desconocía el manejo de basuras y por esto no se lo llevaron, luego de esto publicaron una carta humillante en el edificio haciendo alusión a la dignidad de los que vivimos en el, como si eso debía ponerse en duda por un evento aislado del cual me había hecho cargo, sin embargo lo dejamos pasar, hice lo debido, corté el inmobiliario y dentro de bolsas negras lo deseché como era debido y curiosamente no se lo llevaron y las bolsas amanecieron rotas, a lo que esta señora llegó a mi apartamento muy temprano en la mañana a gritarme y a mi madre y tratándonos de "simples inquilinos" mejor hablar con el dueño del apartamento y un sinfín de cosas peyorativas para con nosotras, nunca había experimentado el odio por ser yo, el odio simple y puro, creo que es algo que me acompañará por el resto de mi vida.

Recordé varias veces a mi abuelita ese día cuando nos contaba de la manera en la que le trataban por ser colombiana en Venezuela hace 40 años, creía exageraciones y casi fantásticos sus cuentos hasta que lo viví en carne propia.

En fin, me hizo falta reflexionar y conseguir un nuevo apartamento.

¿Somos enseñados a odiar o simplemente forma parte de la condición humana?

lunes, 24 de abril de 2017

Territorio y Cultura, Estructuras en Venezuela


La tierra llama de mil maneras y cuando de la tierra brota sangre hermana más aún. La situación en Venezuela es caótica como han podido ver en medios de comunicación y definitivamente en el sentir y en el éxodo de venezolanos a Colombia. Por mi parte la impotencia es el sentimiento más pesado junto con la tristeza que frenan muchas acciones que quizá quisiera llevar a cabo, sin embargo, es necesario comenzar a construir desde donde podemos con la esperanza de que un día podremos trabajar nuestra tierra de nuevo.

Venezuela no siempre fue lo que es hoy, el difunto mandatario Chávez subió al poder en el año 1999 por voto popular, fue aclamado por aquella población tan olvidada por la política y fue acogido como un héroe de las clases vulnerables del país.
La política interna de Chávez fue muy populista, desde el principio llevaba a cabo acciones que notaban el interés por agradar al pueblo sin preocuparse demasiado por los asuntos técnicos que el cargo conllevaba, cerca del 2002 el país cayó en un paro nacional por problemáticas de la política con los transportistas, llevando al país a una primera recesión económica que empezó a polarizar las emociones y a los venezolanos, ya se empezaba a hablar de chavistas y opositores.
Es en este momento que la estructura social conocida por el venezolano comienza a romperse, hasta el momento se mantenía una estructura capitalista, con un patriarcado y una jerarquización social definida que no era limitante en la medida en la que se podía avanzar de un nivel a otro y de la misma manera retroceder, la estructura era sostenida por un imaginario nacional que tenía mucho que ver con el territorio, es decir, el imaginario de que éramos la mejor nación de Latinoamérica en la medida en la que tenemos desierto, selva, montaña y playa en la palma de la mano, eso mantenía a la población de alguna manera dócil a la idea de ser "Venezuela" así como lo menciona Giménez "Se puede abandonar físicamente un territorio, sin perder la referencia simbólica y subjetiva al mismo a través de la comunicación a distancia, la memoria, el recuerdo y la nostalgia. Cuando se emigra a tierras lejanas, frecuentemente se lleva "la patria adentro"" (Giménez, 1996) a pesar de que no existía un éxodo como el actual de venezolanos siempre la tierra de alguna manera significó un arraigo para quien se iba e incluso para quien se quedaba.

Cerca al 2010-2012 la crisis económica se profundizó generando gran descontento en la población, la polarización se hizo incluso más clara y la ruptura completa de chavistas y opositores hizo posible la presencia de más de una estructura social en Venezuela, aquellos que estaban a favor del gobierno y marchaban en apoyo de la ideología recibían beneficios y quienes estaban en oposición recibieron una represión impensable, desapariciones, cárcel y demás violaciones a los derechos humanos de las que poco se comentó y más bien fueron censuradas, personalmente tuve un par de amigos que fueron presos, uno que por ser menor de edad liberaron y otro al que hicieron una cantidad de atrocidades que por respeto a su memoria no pretendo mencionar.
Entonces nos encontramos con la estructura de vida socialista en la que al dar apoyo al gobierno conseguían facilidades como comida y alcohol, se volvió un estilo de vida en la que la gente para mantener el nivel de vida acudían a la violencia (pilar fundamental para esta estructura social) y no conocían el esfuerzo por las cosas que conseguían, lo curioso de este episodio es el hecho del nacionalismo, seguían siendo hermanos y venezolanos, no había una ruptura de la patria, la tierra seguía amarrando a todo aquel que naciera en ella.
La otra parte de la sociedad era la que trataba de restablecer su estado de vida anterior al chavismo, con protestas y levantando la voz ante injusticias que consideraba en el establecimiento del régimen, daba cuenta de una estructura en proceso de reestructuramiento en la medida en la que las condiciones ambientales, territoriales o como quisiese llamársele cambiaban diariamente, donde cada vez su esfuerzo valía menos y eso promovía la violencia que se empezaba a desarrollar en el país.


Ambas estructuras coexistían compartiendo algo en común que era el territorio, es importante resaltar el hecho de que sin importar el bando con el que se identificara el individuo se vivía bajo la nube del ser Venezolano, así todos seguíamos siendo “hermanos” la cultura se desarrollaba alrededor del territorio y de la misma cultura que ahí había nacido anteriormente, así somos venezolanos cuando comemos arepas, costumbre típica del territorio por la producción de maíz y sus derivados, somos venezolanos cuando te gusta la playa, te sabes el himno y el alma llanera y demás determinaciones culturales formadas a partir del territorio, tomando como ejemplo Venezuela, canción típica del folclore venezolano y citando su letra “soy desierto, selva, nieve y volcán” vemos como menciona regiones distintas de la venezuela que todos conocen y que de alguna manera habla a partir de los regionalismos de una pertenencia mayor, habla del territorio venezolano dentro de sus fronteras unidos al individuo y a su representación y presentación ante el mundo como venezolano, así el desierto pueden ser los médanos (o dunas) de Coro, edo Falcón, selva puede ser aquel pedazo de amazonas que nos pertenece, nieve en Mérida, edo Mérida con los picos nevados de la sierra y volcán pues su presencia en varias partes de Venezuela que dan una representación del territorio nacional a partir de la apropiación  o individualización del territorio en el individuo, es una imprenta y una calcomanía mental que logra la vivencia del territorio.

Es importante acotar que al día de hoy ambas estructuras se han fusionado y transformado en una idea nacional casi generalizada si no fuese por los imponderables de Malinowski de que es necesario el cambio y los individuos entonces trabajan por ello, entendiendo el hecho de que la violencia no aporta al país, sino que lo destruyen han fundamentado la estructura social en esa pertenencia a la tierra tan curiosa que genera algún tipo de arraigo y responsabilidad en el individuo, así damos cuenta cómo el nacionalismo y la territorialidad genere un intercambio directo con la "cultura venezolana" y el daño a quienes conviven la tierra conlleva a un pesar nacional expresado en las protestas de los últimos días, así la reflexión final de Ardila lo menciona.
"Podemos plantear que las políticas públicas territoriales y las acciones sociales son modelos con los cuales se moldea el paisaje. Todo paisaje es un producto de pequeñas o mayores acciones y, por tanto, desde la perspectiva de nuestros planteamientos, cada acción pública es una práctica ideológica que plasma en el paisaje una visión de la sociedad y una impronta de la imagen que esa sociedad tiene de sí misma y del universo. Así que cada vez que se toman decisiones que afectarán al paisaje, disfrutamos de una oportunidad nueva y poderosa que la vida nos ofrece para contribuir a la creación de una sociedad más justa, en la que nuestros hijos puedan encontrarse con los hijos de los otros con la conciencia de que, a pesar de las diferencias que el tiempo y el espacio han puesto en nuestras mentes, además de otras muchas identidades, somos miembros de la misma especie, y tenemos una responsabilidad compartida sobre sus posibilidades de supervivencia." (Ardila, 2006)
Así los venezolanos sentimos responsabilidad para con la tierra que nos parió tanto como para con nuestros hijos y los hijos de esta tierra que nos vio nacer.
Hoy más que nada es importante el tipo de estudios sociales donde se de cuenta de vivencias actuales a partir de la memoria histórica y el transcurrir de los eventos sociales que conllevan a la situación actual.
Hoy en día es más necesario que nunca entender el porqué de la situación Venezuela para poder construir país después de que cambie la crisis actual.
Referencias:

  • Giménez, Gilberto, Territorio y cultura. Estudios sobre las Culturas Contemporáneas [en linea] 1996, II (diciembre) : [Fecha de consulta: 20 de abril de 2017] Disponible en:<http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=31600402>
  • Ardila, G. (2006). Cultura y desarrollo territorial. Instituto distrital de cultura y turismo sistema distrital de cultura Diplomado Gestión de Procesos Culturales y Construcción de lo Público. Julio.